Carlos Rubén Ruiz Medrano.

La llamada Guerra Chichimeca,  un largo y oneroso conflicto desarrollado entre los años de 1550 a 1600 en el norte de la Nueva España y que involucró numerosas tribus indígenas, nómadas y seminómadas, en contra de las autoridades españolas, aliados indígenas y colonos hispanos, no sólo constituye uno de los episodios de la resistencia indígena más prolongados, sino también menos conocidos en la historia del norte de México. Quizá esta incertidumbre se deba a dos factores fundamentales: por un lado, la escasez de datos arqueológicos que dejaron tras de sí los distintos grupos o “parcialidades” agrupados bajo el término chichimeca; y el hecho de que sólo es factible acercarse a estos grupos a través de diversos documentos elaborados por la autoridades españolas, con la consecuente carga de prejuicios en contra de los llamados “indios salteadores”. A pesar de ello, conocemos bastante bien la forma en que este conflicto se desplegó en un amplio arco territorial que abarcaba buena parte de la frontera septentrional de la Nueva España a partir de la segunda mitad del siglo XVI, y la manera en que los chichimecas articularon una guerra de guerrillas que se vio complementada por el desarrollo de una economía de pillaje que puso en serios aprietos a las autoridades novohispanas. Empero, la idea de una “guerra” en estricto sentido, parece lejana de lo que representó esta larga lucha definida por el antagonismo y la resistencia nativa. De esta forma, lejos de conformar un frente bélico específico y claramente definido, más bien, constituyó una serie de conflictos móviles y flexibles donde se articularon diversos fenómenos de resistencia y violencia indígena; por su parte, las autoridades españolas respondieron a este escenario de inestabilidad financiando numerosas campañas punitivas en contra de los chichimecas y trataron de concentrar sus ataques en las áreas nucleares y ambientales que otorgaban un sustento social y cultural a estas parcialidades indígenas. De hecho, no era raro  que estas expediciones militares se organizaran en la época de plétora y que los capitanes de frontera encaminaran sus pasos a los grandes tunales del Altiplano, dado que sabían que las tribus chichimecas se concentraban en gran número para aprovechar la oferta de flora y fauna. Con ello, era factible capturar a mayor número de mujeres, ancianos y niños; aunque era frecuente que los guerreros escaparan a los inaccesibles refugios montañosos. Como es claro, este hecho implicó cambios demográficos en estos grupos y desplazamientos  de población poco conocidos que parecen referir las fuentes, cuando aluden a distintas alianzas entre los grupos chichimecas. De la misma forma, y tratando de controlar las zonas hostiles, se erigieron numerosos fortines o presidios donde se estacionaban tropas móviles capaces de defender las redes viales y los campamentos mineros que comenzaron a proliferar en toda la región, luego de la fundación del Real de Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas en 1546.

Imagen superior. Mapa de San Miguel. Probablemente elaborado hacia 1580. Muestra los procesos de colonización del Septentrión de la Nueva España. Fuente: Biblioteca Digital Real Academia de Historia. “Mapa de las villas de San Miguel y San Felipe de los Chichimecas y el pueblo de San Francisco Chamacuero”. Ca. 1579-1580. Public Domain.  https://bibliotecadigital.rah.es/es/inicio/inicio.do

Los paisajes semidesérticos del Norte de la Nueva España. Fotografía: Carlos Rubén Ruiz Medrano.
Los chichimecas dependían en gran medida de los frutos del desierto para su supervivencia. Tunas en el Altiplano Potosino. Fotografía: Carlos Rubén Ruiz Medrano.
Restos de un presidio en las cercanías de Charcas, San Luis Potosí. Probablemente de fines de la segunda mitad del siglo XVI.  Fotografía: Carlos Rubén Ruiz Medrano.
Antiguo presidio, con su atalaya en las cercanías de Charcas, San Luis Potosí.  Fines del siglo XVI. Fotografía: Carlos Rubén Ruiz Medrano.
Restos de un presidio con su torre defensiva y troneras. Fotografía: Carlos Rubén Ruiz Medrano.

Vale la pena precisar que estas agrupaciones indígenas comenzaron a ser identificadas de manera amplia por los españoles desde períodos tempranos de la guerra; aunque todo indica que estas descripciones tienden a simplificar la existencia de grupos diversos y distintas filiaciones culturales y lingüísticas. De igual forma, era frecuente que los hispanos, tanto autoridades como cronistas, decidieran designar a estos grupos echando mano de los nombres hispanizados que les asignaban a los caciques más connotados, como “Martinillo”, capitán de los guachichiles situados en las cercanías del actual municipio de Salinas de Hidalgo; Xale, sucesor de “Bartolomillo” o “Antón Rayado” -quizá en alusión a la pintura corporal que adornaba a estos guerreros. Es claro que todo estos elementos añaden más confusión al momento de intentar establecer una definición territorial más específica en torno a estas grandes unidades tribales. A pesar de ello, algunos testimonios tempranos permiten identificar a los grupos o “naciones” -como las llamaron los hispanos- más importantes. Por ejemplo, fray Guillermo de Santa María, escribió una crónica a mediados del siglo XVI que permite ubicar los territorios de estos grupos, sus caciques más notables y algunas de sus costumbres en general.

Mapa que muestra los territorios aproximados de los grupos chichimecas: pames, guamares, guachichiles y zacatecos. Elaboración: Carlos Rubén Ruiz Medrano.

De acuerdo a este cronista, cuatro grandes naciones eran las más importantes al momento en que arribaron los españoles al norte de México: los pames, los zacatecos, los guamares y los guachichiles o cabezas coloradas.

Los pames, se extendían desde el Noreste del actual estado de Querétaro, hasta norte del estado de Guanajuato. En relación al conjunto de tribus norteñas podían ser considerados como los que habían absorbido mayores elementos de la tradiciones prehispánicas; practicaban una agricultura incipiente y su lengua estaba más emparentada con la otomí y la chichimeca-jonaz. A pesar de ello, los pames también contaban en su bagaje cultural elementos claramente vinculados con las culturas del desierto, como el culto al sol y ciertas prácticas chamánicas que fueron objeto de particular atención por parte de los españoles. 

El territorio de los zacatecos, otra de las naciones belicosas, se localizaba en el noroeste del septentrión mexicano (la zona donde en 1548 se encontrarían las minas de Zacatecas). Las tierras de los zacatecos coincidían al este con los guachichiles; al norte se habían extendido en un gran arco territorial hasta limitar con los tepehuanos, en el actual estado de Durango. Hacia el sur, tenían tratos con los guamares, en el estado de Guanajuato. El núcleo y baluarte principal de los aguerridos zacatecos se localizaba en Malpaís, en el llamado Peñón Blanco, en el actual estado de Durango. 

Los guamares, la tercera nación belicosa, dominaban las sierras de Guanajuato y se extendía hacia el norte, hasta San Felipe; hacia el este, colindaba con  los pames y con los otomíes de Querétaro. En el oeste, llegaban a merodear hasta el actual estado de Aguascalientes, Ojuelos y Ayo el Chico. En el Sur, el Río Lerma, frontera del imperio purépecha o tarasco, limitaba sus andanzas y sus acciones bélicas. El núcleo principal de la belicosa confederación guamar se localizaba en las cercanías de San Miguel el Grande, (actual San Miguel Allende, Guanajuato), Pénjamo y gran parte de las abruptas serranías cercanas a la villa de San Felipe.

Los guachichiles, probablemente la más aguerrida y belicosa de las naciones chichimecas, controlaban un extenso territorio. Se localizaban en el norte hasta Saltillo, Coahuila. Por el sur llegaban hasta San Felipe, Guanajuato; hacia el occidente su territorio era limitado por la Sierra Madre Occidental y por sus rivales zacatecos. El núcleo principal de los guachichiles se localizaba en el Tunal Grande, la amplia zona de nopaleras que se ubicaba en las inmediaciones de la actual ciudad de San Luis Potosí. La importancia de este último grupo fue ampliamente reconocida por los españoles que los consideraban una de las “naciones principales” por el número de sus guerreros, su habilidad con el arco y flecha y su ferocidad.  

Quizá mucho más explícitas en este sentido, sean las numerosas descripciones de los ataques de estos grupos, tanto a mercaderes españoles que transitaban los caminos de herradura del norte. De esta forma, una vez abiertas las hostilidades, los chichimecas llegaron a dañar seriamente las comunicaciones entre México y el real minero de Zacatecas; y en el año de 1561 los oficiales reales de Guadalajara informaron al virrey que el número de muertes que  habían provocado los nómadas en la ruta de la plata se habían incrementado de forma exponencial: “se han levantado pocos días a esta parte mucha cantidad de indios, los cuales han muerto en espacio de dos meses más de doscientas personas, españoles, indios y negros”. Por su parte, los mineros de Zacatecas también señalaban en 1574 su temor ante “los indios de guerra, guachichiles y chichimecas han hecho y hacen mucho daño a la comarca. De estas minas y muchas se dejan de poblar y en otras no se saca tanta plata como se sacaría si la tierra estuviese en paz”.

Guerreros chichimecas acechando el ganado Todo indica que la pérdida de los territorios de estos grupos indígenas, los estimularon a atacar el ganado como medida compensatoria y a finde obtener fuentes alimenticias. Detalle del Mapa de San Miguel. Fuente: Biblioteca Digital Real Academia de Historia. “Mapa de las villas de San Miguel y San Felipe de los Chichimecas y el pueblo de San Francisco Chamacuero”. Ca. 1579-1580. Public Domain.  https://bibliotecadigital.rah.es/es/inicio/inicio.do
Escenas de la Guerra Chichimeca. Guerreros chichimecas (probablemente guachichiles) preparando una emboscada. Detalle del Mapa de San Miguel. Fuente: Biblioteca Digital Real Academia de Historia. “Mapa de las villas de San Miguel y San Felipe de los Chichimecas y el pueblo de San Francisco Chamacuero”. Ca. 1579-1580. Public Domain.  https://bibliotecadigital.rah.es/es/inicio/inicio.do
Escenas de la Guerra Chichimeca. Guerreros chichimecas atacando un soldado español. Se observan dos cabezas que representan los frailes martirizados en las cercanías de Zacatecas.  Al fondo, un guerrero chichimeca es colgado. Detalle del Mapa de San Miguel. Fuente: Biblioteca Digital Real Academia de Historia. “Mapa de las villas de San Miguel y San Felipe de los Chichimecas y el pueblo de San Francisco Chamacuero”. Ca. 1579-1580. Public Domain.  https://bibliotecadigital.rah.es/es/inicio/inicio.do

En todo caso, y conscientes de la necesidad de lograr un control del territorio norteño, los virreyes estimularon la entrega de mercedes de tierra para la cría de ganado a mayor número de soldados y capitanes de guerra. Esta política de entrega de tierras -acelerada durante los años más álgidos de la guerra, de 1540 a 1570-, no sólo servía como premio para los capitanes españoles que participaron en la Guerra Chichimeca, sino que también permitió establecer estancias y puntos de paso para resguardo de los viajeros que cruzaban el territorio situado a lo largo de la Ruta de la Plata.

Antigua represa de piedra. A medida que los colonos hispanos transformaban el territorio, comenzaron a aparecer este tipo de obras de ingeniería hidráulica, necesaria para sostener los grandes hatos de ganado. Represa del Altiplano Potosí. Fotografía: Carlos Rubén Ruiz Medrano.

Con la entrega de estas dotaciones de tierra, los españoles pudieron incrementar su presencia en el área e iniciar las bases de una economía ganadera que se consolidaría al paso de los años. A pesar de que los rebaños de ganado solían ser objeto de numerosos ataques por parte de los nómadas, los capitanes españoles se manifestaron capaces de proteger las rutas vitales de esta economía trashumante que comenzaba a desarrollarse en todo el territorio situado entre el pueblo de Santiago de Querétaro y al norte de Zacatecas.    

Por su parte, las autoridades, junto con sus aliados indígenas, buscaron desarrollar nuevas formas de colonización de los territorios hostiles a través de tres medidas fundamentales: la primera de ellas giraron alrededor de las propias expediciones punitivas que periódicamente armaban los capitanes de guerra contra las rancherías de los indígenas insumisos. Junto con ello, también se buscó congregar a los nómadas en pueblos creados al efecto. Finalmente, la tercera medida fue la creación de pueblos y villas españolas en toda esta región. Se consideraba que estos pueblos no sólo servirían como rutas de paso y de defensa, sino que también podrían generar su propios recursos para el sostenimiento de los viajeros, y paralelamente a ello, activar toda una red defensiva. Concomitante a esta última medida, se auspició la creación de villas españolas y pueblos de indios pacificados. Con ello también se buscaba lograr una colonización integral de esta región y disminuir la amenaza de los nómadas. Por ejemplo, hacia la segunda mitad del siglo XVI, numerosos indígenas provenientes de Michoacán fueron enviados a ocupar las tierras ad-yacentes a Pénjamo, Acámbaro, Celaya y el propio Querétaro. La cronología de este auge colonizador, si bien confuso y sujeto a los vaivenes de la Guerra Chichimeca, fue más tendiente a proteger y ocupar los territorios casi despoblados entre el Valle de México y el norte minero, pero también fue primordial en constituir todo un vasto circuito de poblaciones dedicadas fundamentalmente a las labores ganaderas. Así, y de esta forma, surgieron San Miguel el Grande (actual San Miguel Allende) en 1555; San Felipe (1571) y Celaya (1562). Y todas estas villas de españoles o pueblos de indios contaban con guarniciones o presidios que controlaban las incipientes redes viales que se enlazaban invariablemente al Camino Real de Tierra Adentro. El desarrollo del Real de Minas de Guanajuato en 1556, también fue importante para estimular la economía cerealera y ganadera de muchas de estas villas, que pudieron reorientar sus productos a este nuevo mercado. La fundación de León y de Silao (en 1581) terminó de dotar a las villas del Bajío de una serie de características comunes como zonas de producción agrícola, manufacturera y comercial. 

Es indudable que el impacto de la economía rural colonial, implicó la paulatina mengua de estos grupos debido a la pérdida de su hábitat, junto con la capacidad de reproducir un estilo de vida seminómada. Para fines del siglo XVI, la mayor parte de ellos, se habían sedentarizado en los llamados pueblos de congregación; lo que implicó que este largo conflicto comenzara a declinar.

Para conocer más:

Blanco, Mónica; Parra, Alma y Ethelia Ruiz Medrano, Breve historia de Guanajuato, México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México, 2000.  

Cuello, José, “The Persistence of Indian Slavery and Encomienda in the Northeast of Colonial Mexico, 1577-1723”, en Journal of Social History, Vol. 21, No. 4 (Summer 1988), pp. 683-700. 

De Santa María, Fray Guillermo O.S.A., Guerra de los chichimecas (México 1575-Zirosto 1580), Versión paleográfica de Carillo Cázarez, Alberto, México, El Colegio de Michoacán/Universidad de Guadalajara/El Colegio de San Luis, 2003. 

Gerhard, Peter, La frontera norte de la Nueva España, México, UNAM, 1996, p.188.

Polle, Stafford, “War by Fire and Blood. The Church and the Chichimecas 1585”, en The Americas, Vol.22, No. 22 (Oct., 1965), pp. 115-1367. 

Powell, Philip Wayne, Capitán mestizo: Miguel Caldera y la frontera norteña. La pacificación de los chichimecas (1548-1597), México, Fondo de Cultura Económica, 1980.

Powell, Philip Wayne, La guerra chichimeca (1550-1600), México, Fondo de Cultura Económica, 1975.

Radding, Cynthia, Paisajes de poder e identidad: fronteras imperiales en el desierto de Sonora y bosques de la Amazonia, México, ciesas/El Colegio de Sonora/uam-Azcapozalco, 2008. 

Ruiz Medrano, Carlos Rubén, Las sombrías aventuras del rey tlaxcalteco Juan Vicencio de Córdova y los rebeldes de Colotlán, Jalisco, 1777-1783. Episodios de la resistencia política indígena en las postrimerías del período colonial mexicano, México, El Colegio de San Luis, 2011. 

Williams, Jack S., “Evolution of the Presidio in Northern New Spain”, en Historical Archaeology, Vol. 38, No.3 (2004), pp. 6-23. 
Zapata, Natale A., “Indigenous Barderlands: Livestock, Captivity and Power ind Far East”, en Pacific Historical Review, Vol. 81, No. 2 (May 2012), pp. 193-220.