Probablemente escribir este libro, fue uno de los retos más difíciles. Desde su concepción, uno de los puntos más importantes que se consideraron era que el registro fotográfico debía de ser uno de los elementos más relevantes de la obra: asimismo, el equipo que me acompañó en esta aventura editorial, (aunque yo fungí como director técnico del proyecto del fideicomiso científico de El Colegio de San Luis A.C.), nos inclinamos a buscar los vestigios adquitectónicos con mayor integridad histórica, independientemente de su grado de deterioro. Esta decisión, probablemente surgida de la necesidad de dar a conocer a un público más amplio las vetustas haciendas en desuso, los antiguos ranchos que emulan en argamasa y piedra la centralidad arquitectónica de las grandes haciendas, con sus patios centrales; pero igualmente, los longevos reales de minas y las ruinas de las haciendas de beneficio usadas para la molienda de minerales, también buscaba comprender su rol económico temprano y a lo largo de los siglo XVI al XVIII.
De igual forma, y como es evidente, aquí, no bastaban las fuentes de archivo, sino también fue necesario hacer un registro lo más pormenorizado posible de los bienes inmuebles enlazados a la vida económica del llamado Altiplano Potosino a lo largo del período colonial. Y debo reconocer que en este proyecto, se plantearon diversos retos: desde cuestiones relacionadas con la necesidad de llevar el equipo fotográfico y de video, a sitios carentes de caminos y donde las antiguas rutas de herradura habían sido borradas por el paso del tiempo; hasta caminar varios kilómetros hasta llegar a los sitios marcados dentro del proyecto. En este sentido, debo de agradecer el apoyo de El Colegio de San Luis A.C., Centro Público de Investigación del CONAHCYT, que a través del Fideicomiso de Apoyo Científico nos permitió elaborar este libro; asimismo, debo señalar el apoyo y amistad de las arqueólogas Karla Itzel López Carranco, Aurora Hernández Muñoz y María de Jesús Llovera Torres, quienes aportaron su entusiasmo y sus conocimientos en arqueología para explicar buena parte de la naturaleza de las estructuras económicas del Altiplano, y su talento fotográfico que se expresa en muchas de las imágenes que aparecen en esta obra. Asimismo, la Maestra Martha de la Luz Rivera Sierra, que nos acompañó en todos los viajes y cuyo conocimiento de las cadenas de tenencia de la tierra, permitió ubicar en los archivos la historia de muchas de las haciendas de esta extraordinaria región. También a Iván Javier Ruiz Marmolejo, que brindó su talento para varias de las fotografías que se incluyen en este libro. Finalmente, a numerosas personas de las comunidades que encontramos en estas rutas, los cuales no sólo nos dieron orientaciones, sino que también nos acompañaron en algunos recorridos y mostraron igual interés en compartir las numerosas historias que albergaban estos sitios que se fundían al paisaje y a los recuerdos de los lugareños. Fueron más de cuarenta de estos recorridos los que realizamos y, en todos ellos, encontramos gente amable a la cual le estamos agradecidos en todos los sentidos por su apoyo. Creo que este trabajo, para las historiadores es aleccionador: la mirada geográfica y la lectura de paisaje se constituyó en otro componente esencial para dar sentido a la obra, y nos hizo reconocer la importancia de caminar y reconocer el terreno, como otra forma de escribir la historia material de una región. Por ello, el trabajo de archivo, el uso de mapas, la geolocalización, los recorridos de campo y el trabajo de gabinete se aunaron para lograr esta obra, que contiene la historia económica del Altiplano e ilustrada por más de 400 fotografías en alta resolución de estos centenarios bienes inmuebles que destacan sobre el árido paisaje. Aquí, dejamos algunas imágenes, que creo que dan cuenta de la grandiosidad de esta región. Próximamente en la Librería de El Colegio de San Luis: https://libreria.colsan.edu.mx